Por: JOSE FERMIN CANDEL
El norte de China, Japón y Europa quedaron devastados y su
equipamiento industrial, ferroviario, portuario y viario quedó destrozado.
La aparición de las grandes unidades blindadas, los
submarinos, los portaaviones, los misiles antiaéreos, el radar y la
aviación como recurso para el transporte de tropas y para los bombardeos sobre
la población civil, hicieron de este conflicto una verdadera carrera hacia a
destrucción. Finalmente, la explosión de la primera bomba nuclear marcó un hito
en la historia del miedo atómico, al demostrar que era posible destruir la
humanidad.
Durante la Segunda Guerra Mundial, tanto en Europa como en
Asia, las cifras de pérdidas humanas son impresionantes, las mayores que una
guerra haya producido en toda la historia. En total se calculan,
aproximadamente, 55 millones de personas, 25 millones de los cuales eran
militares y el resto (30 millones) civiles. Pero esto es sólo una estimación
aproximada, las destrucciones de registros civiles por bombardeos aéreos, la
confusión provocada por los traslados de población y la pérdida de parte de la
documentación han impedido un mayor acercamiento a la cifra real de los
muertos.
A pesar de su falta de precisión, estas cifras aproximadas
proporcionan una idea de la sangría demográfica que significó la Segunda Guerra
Mundial, con un descenso poblacional casi cuatro veces mayor que el ocasionado
por la de 1914-1918. Esta diferencia se explica por la extensión de las operaciones
bélicas y por la implicación directa de toda la población en la guerra. Todo
ello agravado porque algunos países (Japón y la URSS principalmente) no
respetaban la Convención de Ginebra de 1864 sobre prisioneros de guerra, y por
las políticas racistas de exterminio sistemático llevadas a cabo por el Tercer
Reich, en la que se calcula que murieron 5 millones de judíos en campos de
exterminio, como Auschwitz, Belzec, Treblinka, etc.
A estas cifras se deben añadir 35 millones de heridos y 3
millones de desaparecidos.
Al final de la guerra se planteaba en Europa el problema de
las personas desplazadas a causa de la guerra. En tanto que millones de hombres
y mujeres vagaban de un punto a otro del Continente, ex prisioneros de los
campos de concentración nazis que trataban de volver a sus respectivos países,
ex colaboracionistas que esperaban escapar a las represalias y los castigos y,
sobre todo, millones de personas que abandonaban los territorios anexionados
por los vencedores. Unos 10 millones de alemanes sin recursos expulsados de
Polonia, de Checoslovaquia o de Hungría, fueron transportados a una Alemania
que había perdido 25% de su territorio, mientras que cerca de dos millones de checos y eslovacos
ocupaban los territorios abandonados por los alemanes.
En la región del Báltico, los que tuvieron menos suerte
fueron los letones, estonios y lituanos, quienes, deportados a campos de
trabajo alemanes durante la guerra, al terminar ésta fueron llevados a Rusia al
tiempo que su territorio era ocupado por colonos rusos. Siglos de lentos
procesos demográficos fueron barridos en pocos meses; el mapa de desplazamiento
etnográfico de Europa central y oriental fijado desde la Edad Media fue
radicalmente remodelado.
El panorama de las destrucciones materiales era también
desolador, numerosas viviendas y otras construcciones fueron destruidas. Las
comunicaciones (puertos, ferrocarriles, puentes y viaductos) y las grandes
ciudades sufrieron los daños mayores.
Alemania perdió 20% de sus viviendas y
Gran Bretaña 9%, a causa de los bombardeos que afectaron también numerosas
fábricas. En Francia, Italia y Alemania, aparte de ciertos sectores como el de
la siderurgia, las instalaciones industriales habían sufrido menores daños. En
las naciones de tradición industrial lo que impediría la recuperación, sería la
falta de materias primas y recursos financieros.
Pero fue en la Europa oriental donde las destrucciones
alcanzaron mayor magnitud: en la Unión Soviética 17.000 ciudades y 70.000
pueblos fueron arrasados y este país perdió más de 20% de su potencial
industrial e incalculables daños en la agricultura y la ganadería. Polonia
quedó arruinada, había perdido más de un tercio de su capacidad de producción y
se encontraba al borde de la hambruna. En Yugoslavia, pueblos y campos quedaron
destruidos y el país había perdido aproximadamente 38% de su capacidad
productiva.
En el aspecto financiero, los gastos de guerra y las muy
pesadas exacciones monetarias impuestas por los alemanes en los países ocupados,
agravaron el déficit presupuestario y desencadenaron la inflación. Además, al
finalizar la guerra apareció una gran masa de billetes atesorados durante el
conflicto, cuya puesta en circulación constituyó otro factor inflacionario.
Todo esto hacía inevitables las devaluaciones de las monedas, sobre todo en los
países menos desarrollados como Hungría y Grecia.
La guerra, también trajo consigo la ruina psicológica y
moral, ocasionada por varios motivos: la utilización sistemática de la tortura
por la Gestapo, la dominación de dictaduras militares y policíacas, la
acentuación de los antagonismos de clases, la lucha enconada entre
colaboracionistas y miembros de la resistencia. Otro elemento negativo en este
sentido fue la creación de hábitos de violencia y pillaje que trastornaron
incluso el orden interno en países que antes se habían destacado por el respeto
a las leyes y a los derechos individuales.
Pero el extremo de la ruina moral y psicológica estaba en
los campos de exterminio nazis, descubiertos tras la derrota alemana y la
liberación de las naciones ocupadas.
Se trataba de campos de concentración
donde se llevaban a cabo los increíbles programas de exterminio del régimen
nazi, campos en las que se intentó la llamada “solución final del problema
judío” y se eliminaba también a los opositores políticos del nazismo, al tiempo
que se ensayaban experimentos de esterilización y de eliminación de personas
con defectos físicos o retraso mental, con miras a alcanzar la “pureza étnica”.
Aparte de la terrible huella dejada en los supervivientes de
los campos de concentración, el conocimiento de aquellas atrocidades provocó un
verdadero trauma moral en la conciencia humana ante el hecho inexplicable e
injustificable de que una barbarie tal se hubiera podido desarrollar en el
mundo civilizado del siglo XX.
Pero la humanidad todavía había de presenciar otra
barbarie más cuando, en el mes de agosto siguiente, las bombas atómicas
estadounidenses convirtieron en un verdadero infierno las ciudades japonesas de
Hiroshima y Nagasaki, provocando en ambas la muerte instantánea de cerca de 120
000 personas civiles y dejando una espantosa secuela de radiación nuclear que
continuaría cobrando víctimas mortales por muchos años más.
En Europa, el conjunto de los países vencidos estaba
constituido por Alemania, Italia, Finlandia, Rumania, Hungría y Bulgaria, y en
el Extremo Oriente por Japón y Siam (Tailandia). Todas estas naciones quedaron
ocupadas militarmente por los países vencedores: Finlandia, Rumania, Hungría y
Bulgaria por la Unión Soviética; Italia, por los ejércitos angloamericanos; y
Japón por Estados Unidos.
Las mayores modificaciones territoriales se dieron en Europa
y Alemania fue la más afectada por ellas: perdió alrededor de 100.000
kilómetros cuadrados de la superficie que tenía en 1937 y el territorio
restante fue dividido en cuatro zonas de ocupación—soviética, estadounidense,
británica y francesa—, división también aplicada a la ciudad de Berlín. Además,
fueron anuladas todas las conquistas hitlerianas; Austria, Polonia y
Checoslovaquia, que habían dejado de existir a causa del Anschluss de 1938,
volvieron a constituirse como Estados nacionales
En la Europa central y oriental los principales cambios
territoriales beneficiaron a la URSS y a Polonia. Este país restituyó a la URSS
los territorios conquistados en 1921 a expensas de Ucrania y Bielorrusia, pero
en compensación se anexó una parte de la Prusia Oriental, la Pomerania y la
Silesia, tomadas a Alemania; de esta forma Polonia llegaba a tener una
importante salida al mar y un territorio más homogéneo. La Unión Soviética,
aparte de recuperar los territorios del este de Polonia, recuperó los países
bálticos que Alemania había conquistado en su avance hacia Rusia, y se anexionó
también la región alemana de Koenigsberg.
Italia tuvo que ceder varios territorios del continente
europeo en favor de Grecia y de Francia, además de perder sus colonias en el
norte de África. Rumania restituyó la Besarabia a la URSS y en cambio recuperó
la Transilvania que había pasado a Hungría. Bulgaria perdió su salida al mar en
beneficio de Grecia, en tanto que Checoslovaquia cedió a la URSS la región de
la Rutenia.
Es importante destacar el hecho de Europa había quedado
dividida no solamente por motivo de la desintegración de Alemania, sino porque
al avanzar los ejércitos soviéticos sobre las fuerzas militares del Eje fueron
ocupando los territorios de Europa oriental. La Unión Soviética se vio entonces
muy favorecida con la ventaja de que al ser derrotados los gobiernos
nazi-fascistas, los pueblos de Europa oriental que habían estado dominados por
éstos se inclinaron por el socialismo, lo cual resultó claramente favorable para
el expansionismo soviético.
Respecto al Lejano Oriente, la Conferencia de Yalta había
previsto que Japón perdería todas sus posesiones. Pero los cambios
territoriales y políticos dependieron de la cambiante situación en las últimas
semanas de la guerra. El territorio de Manchuria —conquistado por Japón en 1931
y convertido en el Estado títere de Manchukuo bajo dominio japonés— fue ocupado
por las tropas soviéticas, al tiempo que era reintegrado a China; pero se
convirtió en un enclave de lucha entre comunistas y nacionalistas chinos.
Corea, anexionada por Japón en 1910, quedó dividida en dos Estados: uno al
norte del paralelo 38, ocupado por los soviéticos, y el otro al sur, ocupado
por los estadounidenses. La URSS se anexó el sur de las islas Sajalín y las
Kuriles, al norte de Japón. Estados Unidos, además de asegurarse los archipiélagos
japoneses de las islas Marianas, Carolina y Marshall, ocuparon Japón y
rehusaron compartir su autoridad sobre el territorio japonés con los otros
Aliados.
China recibió Formosa (Taiwán), pero la derrota de Japón
reanimó la guerra civil entre los comunistas dirigidos por Mao Zedong y el
gobierno de Chiang Kai-chek. En el Sudeste asiático, británicos, franceses y
holandeses recuperaron sus colonias. Pero en 1945, Ho Chi Minh, líder comunista
vietnamita, y Achmed Sukarno, dirigente del movimiento nacionalista de
Indonesia, proclamaron la independencia en sus respectivos países, mientras que
en la India avanzaba el proceso de emancipación hasta alcanzarla en 1947.
En el Medio Oriente, Etiopía recobró su independencia y le
fue entregado el territorio de Eritrea, lo que le daba acceso directo al mar
Rojo. Somalia y Libia, provisionalmente ocupadas por los ingleses, deberían
obtener la independencia en poco tiempo. El retorno de la paz en la región
estuvo marcado por el despertar del panarabismo, expresado en la creación de la
Liga Árabe en marzo de 1945, y el inicio de la descolonización en los
territorios bajo mandato británico y francés. Líbano y Siria alcanzaron su
independencia en 1944 y 1946, respectivamente. Pero en Palestina, el problema
se complicó con la creación del Estado de Israel en 1948, con el acuerdo de las
grandes potencias y el patronazgo de la Organización de las Naciones Unidas.
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